sábado, 9 de marzo de 2013

El placer de ser Mujer


Siempre he sido honesta. Bueno, al menos conmigo misma. Sé aprovechar muy bien el poder de persuasión que por añadidura, forma parte de mi naturaleza. Nací mujer por azares del destino y eso, lejos de preocuparme, me proporciona una gran satisfacción. Pero claro, hay que jugar la parte… ¡Ya saben! Esto de auto nombrarnos “el sexo débil” tiene muchísimas ventajas.  ¿Sexo débil? jajaja… Soy una mujer fuerte, muy capaz y totalmente independiente; con esto quiero decir que no existe cosa que no pueda hacer ¡vamos, que no es soberbia! La vida me ha puesto un par de retos de los cuales, he logrado salir victoriosa. Pero sucede algo curioso: mi hombre parece no darse cuenta de todo esto, cosa que la verdad, ¡A mí me viene perfecto!
Resulta que uno de estos días, estando en casa, me di a la fantástica tarea de redecorar todo. Me fascina combinar colores, hacer cambios y crear con todo esto un ambiente totalmente distinto. Esto es frenéticamente placentero para mí, sobre todo por lo que significa: ¡Ir de compras! Así que durante el desayuno le dije a Luis todas mis ideas, totalmente emocionada.  Como era de esperarse, accedió a darme la tarjeta de crédito. Sin pensarlo dos veces, le di un beso y me apresuré a subir al coche, ¡Un mundo de tiendas esperaba por mí! A lo lejos escuché que se despedía y suplicaba que no gastara más de lo debido.
Pasé la mañana entera entre los aparadores, visitando cada establecimiento que encontraba a mi paso. A ratos sentía remordimientos, pero estos eran borrados por la imagen de lo hermoso que se vería todo una vez en casa. De pronto, me percaté de la hora, ¡La 1:40 pm! Luis estaba por llegar a la casa y no iba encontrarnos ni a mí, ni la comida hecha. Sentí escalofríos. Abrí mi bolso, saqué el celular, aclaré un poco la voz y lo llamé:
-Luis, amor ¿Dónde estás?  Cielo, aun estoy en el centro comercial y pensé que sería buena idea vernos en algún sitio para comer juntos. Tengo una sorpresa para ti, te encantará. -
Deben saber que a Luis le  encantan las sorpresas, así que accedió gustoso agradeciendo mi  idea. Antes de llegar al restaurante, pasé a la tienda de saldos y le compré una económica figurita de acción, para la colección que tiene desde que comenzamos a vivir juntos.
Disfrutamos de una amena velada. Quedó tan maravillado con la figurita que decidió tomarse el resto de la tarde para ayudarme a colocar todo lo que había comprado, afirmando que yo estaría cansada de “las tediosas compras”. No dije nada y me dirigí felizmente a mi hogar con mis fantásticas compras y mi considerado marido.
Al llegar a casa, comencé a sentir el cansancio que había permanecido oculto por la felicidad que conlleva andar de compras y comencé a idear la manera de no tener que bajar la enorme cantidad de bolsas que me esperaban en la cajuela. Opté por esperar a Luis dentro del coche. Al llegar, se bajó de su coche y se aproximó al mío. Al abrir mi puerta, dibujé una mueca de dolor en el rostro y dije:
-Amor, no puedo bajarme del coche, me duele aquí – Señale mi tobillo maliciosamente consciente de la fascinación que tiene Luis por mis piernas.
Como respuesta a mi suplica, me tomó entre sus brazos y me llevó hasta el dormitorio. Después se dirigió al coche para bajar todas las compras. Una vez terminada su labor, subió al dormitorio y se recostó a mi lado con el firme propósito de  comenzar a ver la televisión… Pero yo tenía un plan distinto. ¡Estaba ansiosa por ver en su sitio todo lo que contenían aquellas bolsas! Así que, con una mirada dulce y suplicante, tomé suavemente el control de la tele y le dije:
-Luis, amor ¿No te apetece ver las cosas que he comprado esta mañana?  Incluso compré una vitrina para todas tus figuritas de acción, pero no sé donde te gustaría ponerla…
Mi pobre Luis, tan susceptible a mis suplicas accedió a llevarme en brazos hasta el sillón más cómodo de nuestra sala;  sitio desde el cual, me permití indicar con total emoción los sitios adecuados para cada cosa, mientras Luis giraba de un lado a otro colocando y cambiando nuestras hermosas adquisiciones. Quizás me sienta culpable después de todo, pero solo un poco. A fin de cuentas, amo a Luis porque es él quien se encarga de hacerme sentir especial como mujer.


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