jueves, 3 de octubre de 2013

Encuentros

 Un verso renace al sentir el roce del tacto construyendo veredas sobre la  piel, 
mientras el silencio invade el espacio que resguarda del exterior. 
Cada instante se transforma en destellos,
que van describiendo la poesía más sublime de la propia existencia. 
La profundidad de los ojos embriaga, con el elixir de su misterio, 
mientras una palabra se desvanece en los  labios. 
El beso, un placer efímero que marca el comienzo del encuentro furtivo.

Un momento en el infinito de esos anhelos otorga la magia 
de convertir un instante en un sueño eterno,  
mediante la fusión de los cuerpos, de las almas. 
Y arde entre las sabanas el infierno de añoranzas reprimidas 
por tantos ayeres de ausencias.
Dos pieles se unen en medio de un océano de oleaje desenfrenado, 
retando al placer para llegar al clímax. 
El naufragio evidente de cada suspiro, 
se traduce en la intensidad desmesurada de un grito. 
Es entonces cuando aquel infierno, 
que encendía aquellos  instintos, se extingue. 
La luz aparece y con ella, la puerta de entrada al paraíso, 
que recibe a los amantes con un hermoso amanecer de brazos entrelazados.