El piensa que lo hago solo por
satisfacerlo, pero lo cierto es que me encanta la lencería. La forma tan sutil
con la que resalta cada curvatura de mi cuerpo, el toque femenino que seduce, texturas que
adornan mi piel ardiente, todo vuelve su
mirada expectante... ¡Me fascina!
Debo confesar que hacer el amor se vuelve
un pretexto más para disfrutar la imagen lasciva que refleja mi cuerpo. El
deseo que me provoca permanecer mas tiempo con mis prendas, me hace disfrutar
verlo deseoso de quitármelas, de arrancarlas. Retraso el momento y disfruto su
deseo, con el el tenue movimiento del encaje sobre mi
piel, deslizándose que aumenta mis ganas, prolongando el placer
de ambos... Disfruto las distintas texturas y los
colores, con ellos puedo expresar la sensualidad que se oculta bajo el perfil
cotidiano.
Frente al espejo, disfruto seleccionando
cada prenda según la ocasión. Si me siento dulce y delicada pruebo unas bragas
rosas de fino encaje, quizá un liguero adornado con detalles femeninos, combinado
con un brassiere rosa claro transparente,
que deje poco a la imaginación. Si acaso
un tono más oscuro como el rojo, puede darme ese perfil sexualmente agresivo y
apasionado, con los pechos abultados de forma tan exuberante que despierte los
instintos más ocultos. Pero la mejor parte sucede ante sus ojos, su mirada me
domina provocando un hambre salvaje que invita a ser poseída. Nuestra respiración inicia un ascenso que
transforma suspiros en gemidos lacerantes y culmina con una danza carnal que
nos somete a la búsqueda incansable de placer…
Sin embargo la lencería negra es mi
debilidad. Con ella, el espejo me devuelve una atractiva elegancia, invadida
por candente sensualidad. Acaricio sutilmente el borde que define mi cintura,
dominando los instintos que me consumen de placer. Mi piel se enciende, mi
cuerpo me domina. El calor desciende junto a mi tacto buscando el interior,
sintiendo como resurgen mis ganas. Es
entonces cuando el éxtasis de aquel momento se transforma en un juego, que
inicia con sus manos sustituyendo a las mías. Es así como el pierde la cordura
sobre mi cuerpo, mientras yo me regocijo con el resultado de mi obscena manía.
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