miércoles, 10 de julio de 2013

Lencería

El piensa que lo hago solo por satisfacerlo, pero lo cierto es que me encanta la lencería. La forma tan sutil con la que resalta cada curvatura de mi cuerpo, el  toque femenino que seduce, texturas que adornan mi piel ardiente,  todo vuelve su mirada expectante... ¡Me fascina!

Debo confesar que hacer el amor se vuelve un pretexto más para disfrutar la imagen lasciva que refleja mi cuerpo. El deseo que me provoca permanecer mas tiempo con mis prendas, me hace disfrutar verlo deseoso de quitármelas, de arrancarlas. Retraso el momento y disfruto su deseo, con el el tenue movimiento del encaje sobre mi piel, deslizándose que aumenta mis ganas, prolongando el placer de ambos... Disfruto las distintas texturas y los colores, con ellos puedo expresar la sensualidad que se oculta bajo el perfil cotidiano.

Frente al espejo, disfruto seleccionando cada prenda según la ocasión. Si me siento dulce y delicada pruebo unas bragas rosas de fino encaje, quizá un liguero adornado con detalles femeninos, combinado con un brassiere rosa claro transparente, que deje poco a la imaginación.  Si acaso un tono más oscuro como el rojo, puede darme ese perfil sexualmente agresivo y apasionado, con los pechos abultados de forma tan exuberante que despierte los instintos más ocultos. Pero la mejor parte sucede ante sus ojos, su mirada me domina provocando un hambre salvaje que invita a ser poseída.  Nuestra respiración inicia un ascenso que transforma suspiros en gemidos lacerantes y culmina con una danza carnal que nos somete a la búsqueda incansable de placer…


Sin embargo la lencería negra es mi debilidad. Con ella, el espejo me devuelve una atractiva elegancia, invadida por candente sensualidad. Acaricio sutilmente el borde que define mi cintura, dominando los instintos que me consumen de placer. Mi piel se enciende, mi cuerpo me domina. El calor desciende junto a mi tacto buscando el interior, sintiendo  como resurgen mis ganas. Es entonces cuando el éxtasis de aquel momento se transforma en un juego, que inicia con sus manos sustituyendo a las mías. Es así como el pierde la cordura sobre mi cuerpo, mientras yo me regocijo con el resultado de mi obscena manía.                                                                                                                         

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