El
mundo se estigmatiza pensando que lo correcto es privarse del placer contenido
en sus mentes, de la satisfacción que puede proporcionar el propio tacto. Imaginar
la cadencia de un cuerpo que se estremece mientras un intercambio de fluidos
acelera los sentidos, el placer de un beso capaz de encender cada una de las fibras nerviosas del cuerpo hasta consumirlo, y hacerlo renacer. Se hieren, negándose el placer de
la fantasía. Sentir la pasión que emana de las sabanas mientras se mezcla con
el sudor clandestino de una noche ardiente. En absoluto pecado, la lujuria de
mis versos demanda al mundo que exprese esa poesía que lleva oculta. El tesoro más
valioso del humano primitivo, sus instintos liberados.
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