Hoy es una de esas madrugadas en las que tu inspiración roba mis ganas de dormir. Mi corazón
da un vuelco, sintiendo en la distancia el remolino de pensamientos que
imprimes sobre el papel. Esta conexión maldita… o bendita, ¡Que se yo! Me mantiene
atada a tu alma.
Escucho el canto que apacigua a las olas, siento
en mi respiración tus sutiles aires de melancolía, mi piel se cobija con la
brisa de tu ambiente solitario, en mi boca se percibe el sabor amargo que te
embriaga, la luna es la compañía única, valiente y discreta que se atreve a ser
partícipe de esto…
La esencia de tus versos, a millones de kilómetros,
le dan vida a mis escritos aun sin ser vistos por mis ojos, la magia del
destino pretende envolver mis ideas y debilidades en un suspiro por ti, pero
intento ser fuerte… y escribo para mantener dicho suspiro en mis pulmones.
Una memoria más, un sufrimiento menos y un
alimento caduco para la paciencia que envuelve cada palabra que escribo.
Inexplicable y misterioso, vas haciéndote dueño
de cada segundo que paso sin dormir pensando, sintiendo, imaginando que harás oculto
de mis ojos, bajo nuestro cielo.
Ausencia de llamadas y voces mundanas,
ausencia de suspiros y sinfonías agitadas, ¿Acaso es necesario todo eso? Me
cuestiono mientras mi alma experimenta sensaciones que me mantienen atada a tu
recuerdo. No seré yo quien decida romper este lazo que el destino ha hecho para
nuestras almas, no seré yo quien se desvíe del camino que me lleva hasta ti y
tampoco seré quien se proponga olvidarte… porque formas parte de mi todo, aun
siendo nada.
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